miércoles, 2 de agosto de 2017

Juego con las días, con las manecillas de ese reloj que se derrite sobre la mesa del comedor.
 Un reloj invisible y secreto que marca las horas de la vida.
Sobre el escritorio una columna de libros hace sombra al cuaderno abierto que muestra sin pudor, su cuadricula desnuda. Hoy la pluma no ha querido acariciarla.

Quedan veinticuatro días para que baile de nuevo sobre las nubes.
Veinticuatro días infinitos como cipreses.
Al fin volaré hacia esa Italia que adoro para recorrer sus calles y llenar la mirada de luces.

Surcaré los cielos y mis cabellos dibujarán líneas blancas entrelazándose las unas con las otras. El viento saldrá a mi encuentro y bañará la piel con su frescura. Yo extenderé los brazos, la boca, el alma para recibir la luz del bienestar, del sueño cumplido, de la satisfacción de estar en lo más alto.

Todo llega.
                  La clave es saber esperar.
                                                           Tener la paciencia suficiente hasta recibir lo deseado.



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